lunes, 15 de julio de 2013

RAQUEL AYALA

CATALOGO DE NUEVOS PRODUCTOS
RAQUEL, MARLENE Y DEMETRIO

VERANO DE 2013


Como narran Raquel y Demetrio, ellos aprendieron a elaborar piezas de las que llaman corriente, es decir artículos populares, de uso cotidiano.

Raquel habla de su deseo por pintar y desarrollar su creatividad y luego de algunos años de trabajo hoy, como cada temporada presentan  un catálogo de productos nuevo basado en el uso de un engobe con color sólido y sobre esta base decoración en tonos distintos.
De los diseños más utilizados esta la tradicional flor de capulin, margarita, petatillo, espiga y peces
Presentan formas muy interesantes, rectángulares, hexagonales, tazones y platos de gran tamaño. Formas varias de jarras y poncheras. 

Estas piezas las pueden adquirir directamente con el artesano, hacer pedidos especiales, o por nuestra intermediación.

De la misma manera las puede adquirir a través del portal www.etsy.com en la siguiente liga:
http://www.etsy.com/es/shop/Familygonzalezayala?ref=seller_info





Gallinas









Platos
















Ollas poncheras







Soperas






Jarras










 Tazón


Rectangulares









Hexagonales

  













jueves, 4 de julio de 2013

Historia de Demetrio y Raquel en sus propias palabras. Alfareros de Capula, Michoacán, México.






Demetrio González

Nací en 1966 el 22 de diciembre en Capula, Michoacán, mi papá se llama Santiago González Aguilar, quien murió cuando tenía como 80 años de edad, mi madre se llama Josefina Ruíz López, que tiene 74 años, creo porque nació en 1930.
Mi papá era campesino, así que mi mamá trabajaba la alfarería, atendía la casa, era madre y ayudaba a mi papá en la labor del campo. Con el tiempo mi papá dejó el trabajo en el campo y se puso a hacer olla con mi mamá. Ellos hacían, recuerdo, puras piezas tradicionales, ollas y cazuelas, en ese tiempo las piezas no llevaban decoración, eran así nomás coloradas y con greta por dentro, luego empezaron con una decoración que le decían el palmazo, era una margarita con muchas hojas.
Las cazuelas antes del palmazo llevaban las piezas una orilla con cobre y una mancha en el centro también hecha con cobre.
La olla no llevaba nada de decoración, sólo la greta por dentro y listo.

Con la introducción del palmazo se tuvo que engretar la pieza por dentro y por fuera, cosa que cambió todo, la manera en que se terminaban las piezas, tenían que ir más lisas por fuera, luego la decoración, luego había que rozarla otra vez después de quemarla y luego engretar. Lo bueno vino después pues el tipo de carga dentro del horno cambió porque antes se ponían las piezas acomodadas de manera vertical, de canto una tras otra, haciendo una especie de trenza, el horno iba muy cargado, le metimos una gran cantidad de piezas, pero con este nuevo proceso eso cambió y ahora tuvimos que acomodar de manera diferente y eso quiere decir que también tuvimos que cambiar la manera de poner la leña en el horno, pues la carga iba más abierta y necesitaba menos fuego, así que eso estuvo muy bueno, fue un gran cambio.


En ese tiempo vino un señor de México y trajo una moldura para olla y él fue el que propuso la decoración del palmazo pues era lo que él quería. Luego de eso este hombre propuso la decoración que aquí llamamos flor de piedra, no tengo claro quien o como se creo el sello que hoy utilizamos todos. Zenón era el nombre de ese hombre que vino y trajo estos cambios en Capula, que fue algo muy importante porque mucha gente le entregaba a esta persona, compraba muchísimo. Mis padres sólo le entregaron por tres años, el tío de Raquel Kiko le entregó desde el principio, él nos paso la moldura que hizo para entregarle a Zenón.
Bueno pues eso es historia antigua porque yo empecé a trabajar por allí de los 12 años, pero yo estaba todavía en la escuela, en las tardes les ayudaba un poco a mis padres.
Luego cuando acabe la primaria me dedique de lleno a ayudar a mis padres en la elaboración de alfarería.
Entonces cuando tenía como 18 años regrese a la escuela y es que no había secundaria en Capula, así que tomaron un predio, no te puedo decir con claridad como fue, pero la gente tomó un predio y levantaron un par de salones, bueno decir salones es mucho porque eran dos cuartuchos hechos de puros palitos y láminas de cartón, y pues se juntaron a los muchachos que iban saliendo de la primaria, los que sus padres si les dejaban seguir estudiando, juntaron a otros que ya habían salido de la escuela años atrás, es mi caso yo ya andaba de alfarero y que me meten otra vez a la escuela a estudiar la secundaria y es que había que completar los grupos porque sino no habría escuela secundaria en el pueblo, así que allí estaba yo apoyando.
Pues de todas maneras no terminé la secundaria y seguí trabajando.
Ya cuando tenía 22 años me casé con Raquel Ayala Martínez y desde ese día vivimos aquí, lo que fue la casa de mis padres. Mi madre vive aún con nosotros, mi hermana se casó y se la llevó su marido y ahora vive por la entrada del pueblo. Mi hermano también se quedó aquí en lo que fue la casa de mis padres, pero dividimos el terreno y el se quedó con la mitad, vive aquí a lado es mi vecino.

Ya casados pues hacíamos piezas que mi padre comercializaba, pero muy pronto empecé a comercializar yo también, eso nos permitió que Raquel hiciera piezas y yo las vendía, así que bien pronto que nos independizamos y ya empezabamos a cambiar un poco el trabajo que hacían mis padres, le poniamos un color de base y luego decoramos, era algo sencillo pero se vendía bien, ya había personas en el pueblo que hacían este tipo de trabajo y nosotros aprendimos de ellos, bueno Raquel aprendió de su tío, Ladislao Martínez con quien trabajó por un tiempo.
Pues allí empezó todo teníamos mucho trabajo, siempre tuvimos mucho trabajo, pero la verdad es que cuando empezamos a trabajar con Barro sin plomo y con Víctor recibimos una grandísima oportunidad y nos ha ido muy bien, tan bien que hasta nuestra hija mayor ya no quiere estudiar ella dice que quiere ser alfarera. Ella ya sabe todo del oficio, puede hacer piezas, decorar, bueno a lo mejor quemar no pero hay la lleva.
Tengo además dos hijas más Cecilia, y la Güera, Diana Lucia, de 14 y 11 cada una.


Raquel Ayala Martínez

Nací en 1966, el 5 de marzo, mi mamá se llama Piedad Martínez Martínez, mi papá se llama Eucario Ayala Aguilar. Mi papá antes de casarse con mi mamá era campesino, luego que se casaron mi papá dejó su trabajo en el campo y se puso a ayudar a mi mamá hacer alfarería. Toda la familia de mi papá se dedicaba al campo, él se dedicaba a trabajar el campo y hacer carbón.
Antes había mucha madera en Capula, a mi ya no me toco pero mi mamá me contaba que sus padre, es decir sus abuelos eran de los pocos alfaros que había en el pueblo pues la mayoría de las personas se dedicaban al trabajo de la madera, hacían cosas como las que venden en quiroga, bueno eso recuerdo que me decía mi mamá. Al parecer antes de que hubiera alfarería pues los artesanos hacían cosas de madera.
Bueno y la alfarería que hoy se trabaja en Capula es muy diferente a la que trabajaron nuestros abuelos, porque los abuelos del Deme también hacían alfarería, de hecho como nosotros nos quedamos aquí en casa de los padres de Demetrio nos heredaron sus moldes. Estos moldes son muy distintos, son muy finos, antes se trabajaba muy fino, delgado. El abuelo de mi mamá recuerdo que hacía jarrito chocolatero, eran jarron bien finos, muy delgados y derechitos, con un acabado muy terso, a esa alfarería le llamaban alfarería de cambray porque era muy delgada, eso ya no se trabaja hoy día, nada es como antes. Ahora en cada pieza le ponen unas tortillotas, hacen las piezas gruesas gruesas, kilos y kilos de barro.
Pues entonces como te decía mi papá era campesino y mi mamá fue quien le enseñó la alfarería y el aprendió y se hizo alfarero.


Aquí la tradición la tradición es que la familia completa trabajaba hombres, mujeres y niños, todos le entraban a todo, no es como en otros pueblos donde los hombres no sirven para nada, aquí todos le han entrado desde que dejaron de ser agricultores. Y todos hacen piezas de acuerdo con su tamaño, los chiquillos pues hacen piezas chiquitas, los grandes pues se reparte, las piezas de a litro, de a cuartillo, atolero, de a tres, de atlaco, por tamaño de acuerdo con la edad.
Yo me pegaba con mi hermana, y entre la dos hacíamos el tanto de las dos, yo torteaba y ella llenaba, porque había que hacer bien harta, 15 docenas por semana. Y como las piezas no llevaban mucho trabajo pues era bien rápido, pesado y cansado, pero rapido. No rosamos la pieza, solo se le ponía un poco de color blanco en el borde y sobre ese color se ponía una mancha de color negro o verde. Esto se hacía con un pincel y mi mamá hacía unos sellos con palo del árbol de zapote y con eso poniamos la mancha negra, quedaban como piquitos en la orilla de la olla.
Al término de la semana mi papá quemaba las piezas  para llevarlas a vender a Irapuato, Cortazar, Celaya y los pueblos de esa región. Mi papá hacía unos bultos, tambaches le dicen por allí, se iba al cerro a traer unos pedazos de palo, delgados y largos como de 2 metros, a esos palos les llaman varas, aquí le llaman varas blancas. Traía muchas varas blancas y con un poco de mecate tejía una cosa que parecía al final una canasta, en ella acomodaba la mercancía, entre cada pieza ponía para proteger las piezas zacate e iba armando sus tambaches. Pues hacíamos 15 docenas de cada tamaño de las piezas, ollas y cazuelas, dejame ver, eran 5 ó 6 tamaños de cazuela y 5 ó 6 tamaños de olla, digamos 5, así que se llevaba 75 docenas de olla y 75 docenas de cazuela. Todas las piezas ya empacadas se subían a una camioneta, rentada en Capula, misma que se llevaba a mi papá y su carga a Morelia y lo dejaba allí en el crucero donde pasaban los camiones y trailers. Mi papá se quedaba allí por días hasta que encontrara a algún camionero que fuera por el rumbo que él iba. Pues allí se quedaba y nosotras, yo y mi mamá teníamos que llevarle de comer diario, hasta que ya no lo encontráramos, si íbamos con la comida y ya no estaba era señal de que ya había encontrado transporte, entonces mi mamá y yo nos regresamos bien rápido a Capula porque había que alistarse para alcanzarlo en Irapuato, por alla lo íbamos a buscar, nosotros nos tomábamos mi mamá conocía los horarios. 

Pues nos encontramos con mi papá y pues se ponía a entregar a sus clientes, que entregaba unas docenas por aquí, otras por allí, en fin, mientras él hacía esto nosotras nos quedamos con la mercancía y vendiamos algunas piezas, porque nos prestaban una explanada donde llegaban artesanos y comerciantes de diferentes regiones y pueblos con diferentes mercancías, todos hacían algo similar, los hombres a entregar y las mujeres a comerciar. Luego cuando terminaba de entregar lo que tenía comprometido se iba a ranchear, es decir a vender de pueblo en pueblo, en las rancherías y colonias cercanas a Iruapuato. Este viaje duraba unos 6 días hasta que terminaba las piezas y nos regresamos todos muy contentos.


Deme cuando lo conocí vendía igual, nada más que él se iba para la Piedad, Sahuayo, por esa región. El se arreglaba con un amigo conocido como el Cacahuate, dueño del camión que los llevaba hasta el lugar donde se quedaría la mercancía, no tenía que sufrir para buscar un camión para llevar la mercancía, nomas cargaba desde acá y vámonos, pues entonces tenía que llenar bien el camión para que valiera la pena. Ese señor, el cacahuate, era de los pocos que tenían carro grande, uno de esos de tres toneladas. Pues al llegar a ese lugar a ranchear, como por ocho días, hasta que terminamos toda la mercancía.

Yo cuando tenía 16 años me enoje con mi papá porque trabajamos mucho y no me compraban ni un vestido, ni zapatos, ya estaba yo en edad para andar bien bonita y mi papá no me queria dar para eso, así que le dije me iba a trabajar con mi tío Ladislao Martínez, para trabajar por mi cuenta y así tener para comprar mis cosas y mi papá aunque se habrá enojado no me detuvo, para ese entonces ya había artesanos que hacían cosas finas y artesanos que hacían cosas corriente, como mi papá. Los que en ese tiempo hacían fino eran: Rodolfo Martínez, Froilán Millan, Enrique Piñon, Ladislao Martínez, Los Ruiz y los Espinosa, nada más, los demás hacían cosas corrientes, yo decidí hacer fino por eso me fuí con mi tio Ladislao.
Hoy la cosa está difícil porque ya se esta acabando las buenas tradiciones en el pueblo, por ejemplo, los hijos de Froilán, todos, se fueron se fueron al norte, ninguno se quedó a seguir con la tradición, esa tradición ya murio, no hay quien le siguiera. De la familia Espinoza ya nada más queda Chabelo, ni sus hijos ni nadie más sigue su trabajo, esa tradición también ya se acabo.




Todos ellos empezaron la diversidad de cosa que hoy hay en el pueblo, por ejemplo las cosas manchadas las comenzaron los Martínez y los continuaron los Arroyo, estos, los Arroyo, son más recientes, apenas empezaron a trabajar cosas finas. Entonces se metía una lista de color, usualmente negra y sobre ella una margarita de color, blanca usualmente o verde. Los Arroyo tomaron esto y empezaron a poner la misma lista y a poner flor de capulin, no la margarita, pura flor de capulin blanca con dos o tres hojitas verdes a los lados, entre flor y flor.

Ahora yo creo que hay muy poquitos que hacemos fino.
Bueno yo con mi tío Ladislao aprendí a pintar, lo primero que me pusieron hacer es el llamado gusanillo, luego me enseñe a rellenar a manchar como acá le dicen y al final me enseñaron a puntear. Las cosas que más se dibujaban en ese tiempo eran peces y las flores de piedra y las margaritas.
Mira ese tiempo fue muy interesante porque sólo se utilizaba óxidos para colorear los engobes, utilizaban el cobre, el azul de cobalto y el manganeso, no se conocía más que eso, el celite y la gretra, claro. Pero los que trabajaron en la cooperativa utilizaban colores cerámicos, pero estos eran de alta temperatura, ellos quemaban a más de 1200 grados, hay a mi como me hubiera gustado estar allí, pero no me dejaron porque eran puros hombres los que trabajaban en esa cooperativa, cómo me iba a ver yo allí de arguendera entre puro hombre. Bueno la cosa es que ellos utilizaban colores y óxidos, pero en alta temperatura que es otra cosa diferente. Así que ya se usaba la tierra de zirahuen, una tierra blanca que se ligaba con greta y con eso se ponía el color blanco, el negro lo ponían así nomás combinando manganeso y cobre o puro cobre con poquita greta, luego fue mi tío Ladislao quien empezó a ligar la tierra de zirahuen con los óxidos y la greta con eso los hacía rendir más y tenían una consistencia diferente, luego empezó a mezclar este mismo engobe con colores cerámicos y allí hubo un cambio bien grande porque entonces empezó a generalizarse el uso de los engobes con color y bueno no muchos colores porque no había disponibilidad de tantos, nadie vendía esos colore, bueno pues ahora mismo es difícil conseguirlos, pero poco a poco se va teniendo mayor variedad.
Pues ese tiempo fue muy bonito y aprendí mucho con mi tío Lao, pero luego me casé con Demetrio y pues nos venimos a vivir aquí a casa de sus papas, pues no había de otra que hacer lo que sus padres hacían y pues Deme les ayudaban y así fue hasta que nos independizamos, pero mientras tanto mi familia me ayudó mucho y yo misma le eche muchas ganas porque iba a casa de mi mamá y le decía que me diera unas ollas para pintar y luego yo me hacía unas y así iba juntando un poco de loza y como Deme se iba a vender loza por allí por Sahuayo pues ya cuando venía a ver yo tenía mi guardadito y se llevaba un puño de loza bien pintada, con eso hay la llevamos, juntamos para una cocina y un cuarto, lo que tú conociste cuando empezaste a venir, en esos duramos bien harto tiempo, pero ya éramos independiente, claro viviendo aquí con sus papás pero cada quien lo suyo y recuerda que también vivía su hermano aquí, pero te digo que todos juntos pero no revueltos.


Cuando empezaba yo a pintar pues iba con mi tío a que me vendiera tantito color, ya preparado, porque ni Deme ni yo sabíamos cómo prepararlo, bueno en realidad pocas personas lo sabían hacer, pues sólo esos que te dije que empezaron hacer cosas finas, así que yo soñaba con tener muchos colores, pero no teníamos dinero y no sabíamos prepararlos.
Pues su mamá de Deme fue a ver a los que se conocen como los Caldos y ellos nos vendían los colores ya preparados, pero yo necesitaba muchos colores, en fin así de a poco a poco fuimos haciendo algo. Pero cuando en realidad las cosas cambiaron fue cuando te conocimos, la verdad eso nos cambió la vida, yo creo que teníamos las ganas, teníamos el conocimiento, nada más nos faltaba poquito impulso y ese tú nos lo diste, con eso fue suficiente y ahora  no nos damos abasto, Deme no tiene que salir a vender, vamos a las ferias dos veces por año y siempre vendemos todo y nos traemos pedido, entre feria y feria llegan muchos clientes, la mayoría son los que tú nos presentantes, claro que hemos ganado otros, pero la base es lo que tú nos trajiste.